Esto es un breve fragmento que dijo Juan Delgado Alba, un destacado abogado y cofrade sevillano, sobre el olor tan particular que desprende, por así decirlo, la Semana Santa.
“Un día, alguien, dice lo que de pura verdad, se hizo tópico. –Ya huele a Semana Santa. Y es verdad lo que decimos. De pronto, aquel día, a lo mejor en un minuto concreto de aquella hora determinada, en la ciudad ha comenzado a oler a Semana Santa. No se piense que es porque los naranjos callejeros hayan repicado con más fuerza las blancas esquilas de los azahares o porque, allá en las alturas de las azoteas, los capullos de los claveles sembrados en macetas de barro o metalgrafiados latones de aceite, aceituna o zotal, hayan reventado como cuajarones de roja sangre olorosa a clavo, que es algo como oler a pasiones profundas y desenfrenadas. No; no crean que por solo algo de eso la esquina, la barreduela, el atrio del templo o el zaguán de la casa huelan ya a Semana Santa. Ni el azahar, dulzón como confitura monjil, ni tampoco, el clavel, ácido como especiera morisca, son culpables en solitario. El olor a Semana Santa, podríamos decirlo – y no nos equivocaríamos- viene porque si”.
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